Una historia fantástica
POR: Gali-Leo
Érase una vez en territorio muy, muy, muy cercano, de cuyo nombre sí quiero acordarme, habitaba en el palacio real un rey regordete, gustaba pintarse las chapitas para salir bonito en la tele y ordenaba retocaran sus labios para salir hermoso y sexy en las fotos.
Había llegado al trono procedente de la región del cerro del Ehecatl, Dios del Viento. Se dice que durante su gobierno, construyó miles de kilómetros de carreteras, para los ricos; pues en la mayoría de ellas había que pagar para poder transitarlas; construyó y modernizó muchos hospitales, pero no se tenían medicinas y en algunos, se atendía a los pacientes tirados en el suelo; presumía de haber entregado más de un millón de becas, pero pocos tenían trabajo al terminar de estudiar.
Su territorio, famoso por ocupar el primer lugar en feminicidios, secuestros, robo de autos, asaltos de transporte público y más y más y más.
No obstante, sus más cercanos colaboradores le decían al oído que él estaba preparado para buscar el reinado de todo el país, que tenía muchas ventajas por ser el gobernante de la comarca más poblada, rica e influyente de todos los existentes en esa época.
El Rey, encantado de esa cantaleta, dio la orden de iniciar el rumor a través de “Radio pasillo” de que en breve se retiraría para ir en busca de la “Grande”.
Este anuncio, no anunciado, pronto recorrió el territorio y más de uno, hombres y mujeres de la corte comenzaron a sentir que ellas o ellos, les tocaba el turno de reinar; de ser la o el ungido por el Señor para posar sus sentaderas en el trono.
Todos en el bajo vientre del reinado decían y no decían, se auto postulaban y no. Pero había uno. Uno entre todos ellos que por linaje; por ser descendiente directo de la estirpe real –por cierto, un poco caída en desgracia local, sexenal-, familiar íntimo del máximo jerarca de toda la nación; apoyado por su progenitor que tras bambalinas, era la mano que mueve la cama en favor de su retoño.
Éste retoño, conocido como El príncipe o el “Caballero de la elegante figura”, que no montaba un rocinante cualquiera, se trasladaba en auto último modelo, muy caro y con guaruras; sus emblemas no eran el escudo oxidado y la larga lanza para arremeter molinos de viento: No, el emblema de su poder, de su linaje: un mazo.
El caballero nació en gran residencia, arropado con pañales del mejor algodón de la región -no de seda porque donde nació, el frio arrecia casi todo el año- fue mimado, educado en su tierra natal y en el extranjero, en escuelas de paga y muy caras; preparándolo para llegado el momento, asumir el trono que por herencia, legado y sucesión, le pertenecía.
Una vez ungido por el Todo Poderoso, los demás caballeros y damas de la corte, se arrodillan y le juramentan obediencia, sumisión y adicionar sus ejércitos para llevarlo al trono.
Pero más allá, del más allá, cerca de unos hermosos y majestuosos volcanes; en la rivera de un ex lago -donde antaño convivían en armonía el agua dulce y el agua salada- tierras del ilustre poeta que ama el canto del cenzontle, pájaro de las cuatrocientas voces,… pero ama más al hombre, su hermano; vivía un hermosa doncella, hija de un campesino, que en sus ratos libres se dedicaba a la albañilería.
Ella educada en casa y en escuelas públicas, era maestra; había dedicado su vida a los niños, a los padres de familia; a sus compañeros docentes los hubo representado dignamente como líder sindical local.
Se movía como un delfín en el agua de las ciencias de la educación, hasta que un “Hado Padrino” se le aparece, invitándola a presidir el terruño donde había nacido. Esto no estaba en sus planes, pero viendo la oportunidad de ayudar a mejorar la calidad de vida de sus paisanos; aceptó; sin considerar que ese “Hado Padrino” la estaba utilizando para seguir ejerciendo el poder detrás del trono. Para ello el “Hado Padrino Malo”, incluyó en la corte local a sus mejores amigos y familiares cercanos.
Una vez terminado su corto reinado, otro “Hado Padrino”, el papá de todos los hados padrinos, la apoya para representar a la región en una corte nacional.
Y así, la bella profesora de origen campesino comenzó a saborear las mieles del poder político y porque no del económico.
El “Papá Hado Padrino” y los hados padrinos locales, al enterarse de la próxima renuncia del rey, convencen a la profesora de origen humilde, de las posibilidades de llegar al trono del imperio y gobernar el territorio más pujante, importante, rico e influyente y quitar del poder a la familia que ha dominado por décadas.
Ilusionada con la posibilidad de ser la próxima Reyna acepta, sin considerar que sólo es un instrumento del “Papa Hado Padrino” y su tribu para apoderarse de las riquezas del territorio y con ese apoyo buscar hacer realidad su sueño eterno de convertirse en el Rey de Reyes, el Jefe de Jefes. ¡En el Gran Tlatoani!
En el extremo sur oriente de la región donde se levanta el hermoso castillo encantador, a cuyo trono más de uno pretende llegar; se encuentra, lo que queda, el cerro de los magueyes, la región donde se idolatra a una enorme sirena de barro que erguida sobre su cola domina el jardín principal.
Ahí entre las curules, perdón, en su pequeño trono, no, otra vez disculpas; entre los matorrales y debido a la algarabía que se ha desatado por los rumores de que el gran jerarca se va a la Grande, despierta el “Bello Durmiente”, dueño y señor del trabajo; bueno disque del trabajo, porque también, como cualquier político, ha aprendido a vivir de sus rentas.
Somnoliento, aun con los efectos de una brutal cruda, sueña con los ojos medio abiertos que ya era el señor de la comarca y mandaba a las mazmorras a los guardias del orden quienes la noche anterior lo vieron y filmaron en estado inconveniente y no lo dejaban que siguiera circulando con su carroza.
Entre sus fantasías, cree y afirma que puede derrotar al tri y grita a todo lo que da: ¡Yo si quiero a mi querida comarca y me duele ver cómo está!
Su sueño de grandeza, sólo quedará en sueños. Mejor que siga durmiendo y no gaste dinero público.
En otro rumbo del territorio muy, muy, muy cercano, pero de la capital de la gran nación, una organización de prominentes integrantes de la nobleza regional; entre ellos Condes, Duques, Marqueses, Barones, Caballeros y otros de Títulos menores, confabulan para convencer a la Condesa -proveniente de la familia de un “humilde” comerciante de pinturas para casa habitación, que en los años de gran auge comercial, reportaba “pequeñas” ventas anuales de mil 400 millones de dólares- de liderar una cruzada para que la clase media superior, asumiese el poder del reino y entonces sí, acabar de un “brochazo” con todos los males generados por la realeza que se ha eternizado en el trono.
Después de hacerse del rogar, por un buen tiempo -como toda señorita de buena familia que se da a desear- acepta no de muy buen agrado, acaudillar la alternancia. El objetivo, quitar del poder a la familia real y sacudirle al sufrido pueblo la pesada loza que ha cargado en sus espaldas como cualquier “Pípila”, durante infinidad de décadas de opresión, robo, despilfarro, malas mañas y demás.
La fuerza del grupo de nobles está en el dinero, su ejército es escaso en buena parte del territorio; además, no lo conocen en su totalidad; por lo tanto, ignoran como usar en su favor los intrincados caminos que dan acceso a los señoríos de otras familias dominantes del reino. Sin embargo, la Condesa, tiene ganas de llegar, tiene facilidad de palabra; pero le falta trasmitir emoción, pasión, exaltación; rasgos esenciales de quien quiere convencer para gobernar.
El dinero no lo es todo, es tan sólo vanidad. ¡Pero como ayuda!
Pero aún hay más. De la región tradicionalmente amarilla, haya por el oriente del reinado, donde aparece y domina el sol azteca, surge la figura de un Don Juan, que no el tenorio y mucho menos cómico. Es un Don Juan que se impone a sus correligionarios a base de espadazos a diestra y siniestra para ser el dominador de las tribus regionales y ser el coyote alfa; el que va a la cabeza del ejército amarillo, para tratar de arrancar el trono al rey de origen tricolor.
Su marcha va a estar llena de hoyancos, de traspiés, muchos de ellos construidos por los líderes de las otras tribus, también amarilla, que se sienten fueron hechos menos que una resta por sus sacerdotes locales y por la gran sacerdotisa nacional.
¿Sus aspiraciones de gobernar? Sólo van a quedar en eso: ASPIRACIONES.
Pero debe luchar para que el Sol de los aztecas siga brillando, no importa que tan opaca sea su luz; lo importante es que no vaya a desaparecer del mapa, por la desbandada de amarillos hacia la idolatría de la Morena, pero no la del Tepeyac, sino la otra.
En distinto sitio del reino, en lo profundo del sistema; entre pasillos donde la luz del sol casi es inexistente, donde la neblina es la dueña de todos los rincones y recovecos de pasillos, grutas y demás misterios: otro personaje, un tanto obscuro, tanto como Lord Voldemort de la película de Harry Potter, se alista para llegar al trono.
Este protagonista, que por muchas décadas ha vivido, bebido, dormido y gozado de las bienaventuranzas de la corte, se ha declarado en rebeldía y alista a sus ejércitos que le son fieles para la gran batalla y él como el gran Comandante.
El Comandante, nacido en el mismo terruño del clan que ha dominado por casi un siglo el territorio, es hombre rencoroso, burlón, capaz de traicionar a su propia sombra; conoce las sinuosidades del castillo, los pasadizos secretos; los secretos de la familia real, de los consejeros, ministros y damas que pululan por el palacio y de las familias más prominentes de todo el territorio. ¡Es un tipo de cuidado!
Hombre de vasta experiencia en estas lides, de inteligencia preclara y cabeza muy brillante. Se dice que tiene un poder mágico, un poder obscuro, que es capaz de desaparecer o embarazar urnas con tan solo desearlo o de levantar muertos para que declaren y voten en su favor.
Al igual que el Comandante, quien de forma “independiente”, quiere gobernar el reino, hizo su aparición una dama, de la cual poco se sabe y se conoce; sin embargo tuvo que caminar legua tras legua, vereda con vereda; atravesar ríos caudalosos, enormes montañas y acabarse no sé cuántos pares de zapatillas visitando uno a uno; porque no creo que haya sido al montón, a los habitantes de las villas del reino para para solicitarles integrase a sus ejércitos y poder luchar por el trono.
Sin embargo, las posibilidades de la dama y el caballero de apellidos raros y con pedigrí, de lograr la hazaña de alcanzar la gloria política son raquíticas, pobres, paupérrimas; sin embargo hay que reconocer su entusiasmo, fortaleza y condición física para recorrer el territorio.
Lo bueno. Ya conocen más allá, del más acá de la colonia donde viven.
Así las cosas hasta hoy en el país muy, muy, muy cercano, de cuyo nombre no quiero olvidarme.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD…. ES MERA CONINCIDENCIA!!!!